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Thursday, June 21, 2012

Ultimo “camarotazo” con el Manuco


Hace un año el día de hoy murió Manuel Calisto.  Uno de mis mejores amigos.  PESCADOR está dedicada a él.  La película tiene mucho de su espíritu.  El nunca la vio terminada: murió un día antes de la presentación que íbamos a hacer para equipo, elenco y amigos.
Escribí este artículo para la revista "El Apuntador" hace unos meses.
Lo comparto aquí.


(Foto: Simón Brauer)
















Entre los amigos, el cuarto de Manuel Calisto era conocido como el “Camarote”.  Era un espacio donde uno regresaba en el tiempo, a un mundo paralelo rodeado de objetos, cuadros e imágenes de antaño.  Manuco nunca se sintió muy cómodo en el presente: no tenía computadora, no manejaba mucho el Internet (de hecho, siempre me sorprendió que tenga dirección de correo electrónico), y en general le gustaba hacer las cosas a la antigua.  No se sentía del todo a gusto en Quito (lo consideraba muy provincial), y pasó buena parte de su vida trabajando de sobrecargo en varias aerolíneas para poder viajar. 

Cuando yo regresaba a Quito después de alguna estadía afuera, él era una de las primeras personas a quien llamaba para chismearle de lo que había vivido y compartir lo que sucedía en esos días. Eso si, la llamada tenía que ser en la tarde/noche, ya que Manuco era un noctámbulo empedernido, y rara vez se despertaba antes del mediodía.  Lo normal en él era que desayunara cuando el resto de la ciudad estaba almorzando, y no era nada inusual quedarse conversando hasta las 5 o 6 de la mañana.  Si había alguna botella especial que había conseguido en el último viaje, Manuco era la persona con quien compartirla.

La última noche que nos vimos fue en un clásico “camarotazo”, lleno de detalles muy especiales.  Había una luna espectacular, que veíamos desde el jardín, donde Manuco había acomodado una carpa y cojines para sentarnos afuera.  El menú incluyó unos bocaditos de berenjena con una reducción de vinagre balsámico, preparados por él, gran chef y sibarita.  La conversación giró acerca de la acumulación de cosas.  Ese día yo había estado en casa de mi abuela, que falleció un tiempo atrás, y había recogido varios objetos y muebles que habían pertenecido a mis abuelos, y que ahora estaban en mis manos.  Había sido un día duro, de mucha reflexión acerca de la brevedad de la vida: me acuerdo haber pensado en lo absurdo de que objetos tan significativos para alguien, pasen a otras manos, rara vez apreciados, eventualmente perdiendo todo su significado.  Manuco guardaba todo, con mucho apego, igual que yo; pero ambos apreciábamos a la gente capaz de desprenderse de las cosas.

Yo estaba cansado esa noche, y me acosté en su cama un rato, mientras en el patio Manuco seguía charlando con Alex (su mejor amigo) y Valentina (mi pareja).  Me acuerdo entre sueños escuchar fragmentos de conversaciones, risas, miedos, y filosofía nocturna.  En un momento me levanté y nos pusimos a ver escenas de “Team America”, gran película de animación con marionetas que nos divertía mucho.  Quisimos también enseñarle “Los Croñañones” a Valentina, pero el DVD no funcionó y nos quedamos con las ganas.  “Los Croñañes” es un cortometraje muy divertido que Manuco realizó con sus amigos cuando recién nos conocimos, en blanco y negro y editado directamente en cámara (por falta de recursos y de acceso a una editora).  Si lo recuerdo correctamente, el blanco y negro se lograba bajando los colores en la televisión, y la música se la ponía en un equipo de sonido aparte.  Esa música provenía originalmente de la banda sonora del documental “Crumb”, una verdadera joya que recopila blues, jazz y ragtime de los años 20; un disco que yo le regalé.

Ya tarde en la noche, llegó Mauricio, otro gran amigo, cuando nosotros estábamos de salida.  Me despedí con un poquito de tristeza porque sentía que me había perdido parte de la noche al haberme quedado dormido.  Estaba en vísperas de viaje, lo cual siempre me genera una mezcla de emoción y nostalgia.

Cinco días mas tarde, tuve la suerte de hablar por teléfono con Manuco por última vez una media hora antes de que lo mataran.

El había visto hace poco “Anticristo”, de Lars Von Trier, película que yo le había recomendado efusivamente, y quería contarme sus impresiones.  Aproveché para invitarle a una proyección para el equipo técnico de mi última película “Pescador”, que se iba a realizar al día siguiente.  Manuco tiene un pequeño papel en el cual se interpreta a si mismo, y no había visto la película terminada todavía: era la primera vez que habíamos trabajado juntos, y ambos esperábamos que no sea la última.

Un mes antes, en otro “camarotazo”, ya le había enseñado varias escenas sueltas, y su reacción había sido muy positiva.  Tenía mucha curiosidad de que vea la película ya completa, vestida.  Hay poca gente cuya reacción me importa verdaderamente cuando muestro mi trabajo, y Manuco era una de esas personas.  ¡Cuanto disfrutó de todos los detalles de la casa de “Rabia”!  ¡Y cuanto le pensé en la elaboración de cada uno de esos detalles!  En fin, quedamos en que madrugaría al día siguiente, para llegar a la función, que era a media mañana.

Minutos después, de la manera mas absurda, recibiría una bala en la nuca.

Esa noche nos reunimos los amigos mas cercanos, esta vez en casa de Alex.  Nos tomamos un trago en su nombre, y recordamos momentos queridos.  Unos días mas tarde, en camino a su cremación, escuchamos en el auto el disco de “Crumb”. 

El “Camarote” ya está vacío.  Manuco se desprendió de todo.  Yo sigo guardando objetos y recuerdos.

Sebastián Cordero – Julio 2011

(Foto: Simón Brauer)

3 comments:

  1. qué lindo recordar a los amigos...

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